
¡La naturaleza es la maestra y nosotros somos los aprendices! En 35 años de Gaia Social, pequeños plantones que fueron plantados por niños son, hoy, árboles frondosos. Desde los años 90, la educación ambiental y el desarrollo local son nuestra esencia. Lo que nos llevó a impactar a más de 200 mil personas en la Amazonía, Caatinga, Cerrado y Mata Atlántica, con más de mil iniciativas, más de 100 proyectos en 23 estados. Además de la gestión y aplicación de R$ 125 millones de capital social privado y público en los territorios, con más de 75 empresas y cientos de institutos y organizaciones aliadas.
Entendemos que las poblaciones y comunidades en los territorios no necesitan ser salvadas, sino ser reconocidas como agentes de desarrollo. Ellas necesitan espacio y apoyo para seguir futuros posibles. Es a partir de ahí que compilamos nuestro enfoque de desarrollo regenerativo decolonial local.
Trabajamos con un diálogo genuino y articulamos sociedad civil, poder público y empresariado para que las intervenciones traigan mejoras de vida reales. En este proceso, nuestros socios comprenden que nuestra actuación va más allá de la mirada técnica y engloba diferentes factores por medio de un papel educador y aprendiz que garantiza el éxito de nuestros proyectos de manera sostenible.
Al comienzo, allá en los años 90, creamos una metodología de educación basada en la naturaleza. En esa época, la llamábamos inter y transdisciplinaria, que partía de la observación de la naturaleza y de la ciudad con niños y profesores de las escuelas del interior de São Paulo. Trabajábamos la necesidad de cuidar nuestro planeta y nuestra ciudad, para garantizar la continuidad de la vida. Al fin y al cabo, ya sabíamos de la posibilidad de un cuadro de emergencia climática futuro.
También llevamos, de forma pionera, la educación ambiental a empresas a partir de 1994 y ampliamos nuestra actuación a otros estados. Eso sucedió en paralelo a la creación de la ISO 14000 (1996) y a la elaboración de la “Carta de la Tierra”, iniciada en la ECO 92 y lanzada en 2000. El texto de la carta preconiza: “con el derecho de poseer, administrar y usar los recursos naturales, viene el deber de prevenir los daños al medio ambiente y de proteger los derechos de las personas”. Así, actuamos con el concepto de empresa ciudadana, que en el cambio de siglo evolucionó hacia la responsabilidad social corporativa.
Hoy, actuamos en la confluencia de los intereses de las empresas con las comunidades y el poder público, que contribuye a la obtención de la “licencia social para operar”. Para las empresas, más allá del licenciamiento ambiental inherente a grandes emprendimientos, este es un mecanismo esencial para la operación. Funcionamos como una herramienta de conexión en este proceso de forma que los territorios puedan beneficiarse de la presencia de esos emprendimientos. Un proceso que requiere diálogo, transparencia, relación de confianza y co-construcción de planificación e iniciativas con la comunidad, el poder público y los demás actores locales.
Entendemos que el fortalecimiento del diálogo con las comunidades y los actores locales, sus capacidades y autonomía, es fundamental dentro de nuestro enfoque. Son ellos los que desde siempre resisten colectivamente a eventos sociales o climáticos que afectan las bases locales. Es necesario reconocer y fortalecer el protagonismo de quien cuida del lugar donde vive. Nosotros actuamos por el fortalecimiento de los territorios, valorando el historial y activos tradicionales, nutriendo las fuerzas y potencias innovadoras regenerativas de la comunidad, para garantizar que tengan cimientos sólidos para superar sus desafíos y construir futuros mejores.
Regeneración y Resiliencia en la práctica
Nuestro entendimiento del hacer decolonial parte de la construcción con la comunidad. Cuando llegamos a un territorio, adoptamos una postura de escucha y buscamos encontrar dónde este ya se está regenerando. Buscamos iniciativas en marcha, acciones de grupos culturales, asociaciones de productores o emprendedores y colectivos de mujeres y jóvenes. A partir del diálogo con esos actores entendemos de qué forma podemos impulsar lo que ya está sucediendo localmente.
Buscamos potenciar de forma sistémica sus relaciones a nivel regional, nacional y global, en las dimensiones económica, ambiental, cultural y política. Muchas veces, lo que falta es conectar, perfeccionar y fortalecer las relaciones con y entre esas dimensiones, ya sea con políticas públicas, con programas o movimientos culturales.
Un buen ejemplo es lo que hicimos en la Serra da Canastra (Minas Gerais) durante la pandemia, donde mapeamos y capacitamos a 38 líderes de 18 organizaciones para elaborar, captar recursos y gestionar proyectos. Paralelamente, actuamos de forma sistémica para implementar marcos legales, estructuras físicas, equipamientos, compromiso de la población y planificación estratégica del CICANASTRA para la mejora en la gestión de residuos en el territorio formado por siete municipios.
O también el Programa ReDES, en el Bico do Papagaio (Tocantins), Noroeste de Minas Gerais y Vale do Ivinhema (Mato Grosso do Sul) en alianza con el Instituto Votorantim y BNDES, donde tras un diagnóstico del territorio, elaboramos 13 proyectos de desarrollo económico e inclusión socioproductiva. Nueve años después, la mayoría de las iniciativas continúan vivas y hubo un aumento de la renta bruta mensual, de la población económicamente activa y de la posibilidad de acceso al trabajo.
Construcción de un futuro regenerativo
Hoy, en vísperas de la COP 30, estamos discutiendo metas de mitigación, pero necesitamos ir más allá y caminar hacia la real implementación de las mismas, como nos convoca la presidencia de la COP. También necesitamos hablar de adaptación climática, que para nosotros necesita ser regenerativa, decolonial y liderada localmente.
Cualquier diseño en este sentido pasa por escuchar a las comunidades sobre los desafíos climáticos que ya están enfrentando o vengan a enfrentar, como la desertificación en la Caatinga o reducción de biodiversidad, de la pluviosidad y de la producción agrícola. O incluso, los riesgos de inundaciones y la necesidad de arborización y enfriamiento de espacios urbanos y de barrios periféricos que enfrentan grandes olas de calor.
El enfoque regenerativo decolonial local es fundamental porque por medio de él es posible comprender lo que viene siendo alterado, quién sufre, qué conocimientos y soluciones ya existen, qué capacidades necesitan ser fortalecidas, qué saberes y tecnologías pueden ser complementarios y lo que funciona o no en el territorio. Quien sufre directamente, también tiene las respuestas y la capacidad de decir lo que puede hacerse para mejorar la vida.
Las soluciones surgen de las comunidades y el éxito tiene que ser definido por ellas y con ellas. Este es un pensamiento alineado a los ocho principios LLA (Locally Led Adaptation), o Adaptación Liderada Localmente, definidos por la Global Commission on Adaptation en 2021 para que comunidades locales tengan liderazgo en la adaptación a los cambios climáticos en su propio territorio.
Nuestro papel es facilitar, conectar y articular intereses en un trabajo colaborativo con las poblaciones, comunidades tradicionales, empresas, sociedad civil, academia y poder público. Creamos planes estratégicos para el desarrollo local, proyectos de mitigación de impactos con las redes y cadenas regenerativas y fortalecemos la relación con la naturaleza entregando soluciones concretas para una educación para la sostenibilidad.
Nosotros confiamos en una regeneración decolonial del ahora conectando saberes y regenerando territorios. Y no lo hacemos solos, por eso te invitamos a conectarte con nosotros y formar parte de esta transformación activa y de nuestros próximos 35 años.
